Ya no...

Ayer deseaba decir ¡te quiero!
y obtener de ti, una mirada
que me diera una verdad oculta,
en lo más hondo de tu corazón.

Anhelaba tener la presencia necesaria,
para clavar en tu pecho una daga
de ilusiones y proyectos, que
me colgara de tu brazo nuestra eternidad.

En verdad rogaba al cielo
por dejar en tus labios una espina de mí,
de mis sabores y colores, y que durante el
día me llevaras siempre ahí.

Pero ya no. Me di cuenta de que no pude
hacer ni ser nada de lo anterior…

Cierto es que recibí muchos “te quieros”,
salados de remordimiento y miedo,
que siempre si sentías pero muy a tu manera.

No dejaste que clavara mis garras
en tu carne, tampoco que dejara en ti mi huella,
ahora menos que hiciera en tu pecho
una herida por más limpia que fuera mi intención.

Simplemente no logre con mis besos
cautivar tu boca más allá de ese instante,
podrías haberte entregado en ese momento
plena y llanamente, después irte sin decir adiós…

Ese conjunto de hechos son
los que me llevan a decirte hoy:
Que ya no, ya no Te quiero…

En tus labios

En ti deseo perderme
Nuevamente, saborearte, tenerte.

Tu, ese ser
Único de encanto y avenencia,
Símbolo de furia y arrebato.

Labriego de sueños, te pido
Autoriza mi más grande anhelo
Besarte, respirar por ti,
Invocarte en mis noches
Olvidar soledades y vivir así,
Siempre en tus labios.


Este es un escrito viejito y corto... sin embargo creo que es mas de lo que quiere decir...

Me Despido

Me moriré esta noche y no dejare huella,
sumiré mi existencia en el pozo
más hondo de tu misericordia y he de estar
frente a ti profundamente agradecida.

Perdóname vida por nublar tu paso,
por llenar de angustia tus senderos y deseos,
era mi trabajo y no lo he mal logrado,
cumplí con mi objetivo y ahora simplemente me voy.

Hice entre otras cosas, que distinguieras
lo malo de lo no tan malo,
que encontraras la belleza en el charco de estiércol,
que distinguieses lo sucio en los pétalos de rosa
y llegara tras de ello al manjar más puro de su hermosura.

Fui tu más fiel compañera
tomando con mis manos gotas amargas de tus ojos,
abrazando tú frente a mi pecho, te cuide,
vele tu sueño, aun cuando rogabas mi partida.

Fuimos uno en esta hoguera, tú diste luz
yo calor, me disolveré en el humo llevando
mi mal preciado encanto, quédate
atizando el fuego entre brazas y sollozos.

Y en estas las ultimas letras de mi carta
he de confesar que de ti me he enamorado,
adore tus alegrías, tus modestias ¡eres grande!,
aunque valorada solo en los momentos
que vestían de negro los rincones por tu ausencia.

Me despido de ti buena amiga,
después de caminar juntas subiendo y bajando cuestas,
¡vida! te dice adiós tu eterna amante, la tristeza.